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La caída del reino de Darak a Kor

Era una noche sombría, la luna de morrslieb se posaba sobre la batalla que estaba a punto de acontecer, los advenedizos "jinetez" de lobo goblin descargaban oleada tras oleada de pequeñas flechas con las cuales sus diminutos cerebros habían tratado de emular los caprichosos proyectiles élficos. No obstante no provocaban más que pequeños retintineos en la ostentosa y de gran factura armadura enana hecha de gromril, rápidamente los tintineos fueron seguidos de un estruendo enorme, los atronadores abrieron fuego llevándose consigo a mas de la mitad de aquellos lastimosos pieles verdes, esto no era más que el principio, ya que mareas de pieles verdes se acercaban a la posición del rey Gorekk y sus bien pertrechados regimientos.

Kharduun, hermano del rey y general de los ejércitos, animó a las tropas con los tradicionales gritos de guerra enanos, a lo que sus subordinados respondieron golpeando sus escudos y acompañándole. El enemigo se extendía hasta el horizonte, como un verde mar lleno de rabia y ganas de destrucción. Las hordas de pieles verdes chocaban con los acorazados enanos, que actuaban como rompeolas, aplacando a sus enemigos y rebanando sus extremidades a golpe de hacha. La formación era inamovible, por más que lo intentaban, los enanos seguían rodeando a su rey, que se erguía en su majestuoso trono dorado, dirigiendo y dando fuerza a los suyos.

Fue entonces cuando un gigante entró en acción. La colosal criatura avanzaba hacia el muro de escudos enanos, que solo le haría falta un golpe para reducirlo y hacer que el ejército enemigo sucumbiera. Sin embargo, antes de llegar a impactar contra ellos, el sonido de los cañones órgano apostados en la muralla lo detuvo. La estúpida bestia se paró en seco para comtemplar sus últimos momentos de vida, pues las balas de cañón tardarían unas pocas décimas de segundo en alcanzarle y reducir su pequeño cráneo a añicos. Desafortunadamente, eso no fue suficiente para pararlo. Con su masa encefálica volando por los aires y su cabeza completamente deshecha, el gigante acabó por desplomarse sobre los orgullosos guerreros dawi, a quienes redujo a poco más que una sanguinolenta masa de carne.

Gorekk: No desistáis guerreros seguid luchando, nuestros ancestros nos observan. ¡Kazhuk!- dijo el rey mientras hacía volar la cabeza de un desafortunado snotling que tuvo la osadía de posarse sobre el dorado trono.

 

Kharduun: ¡Mi rey, debemos reagruparnos en la fortaleza, nuestras líneas de defensa están débiles, no aguantaremos mucho más aquí fuera!

 

Gorekk: ¿Retirarnos? ¿Estás loco? ¡Primero mi mujer y ahora mi reino!- añadió Gorekk mientras posaba su ardiente mirada sobre el "kaudillo" orco,  Mazcachopoz y su perro faldero Karazapo, que se posaba en su hombro susurrándole qué debía hacer.

 

El orco y el goblin hacían un dúo excelente. Mazcachopoz aportaba su enorme fuerza y el respeto de su raza, ya que se trataba de un enorme orco negro. Karazapo, al contrario que él, era pequeño y endeble, pero su inteligencia y malicia hacían que, en ocasiones, fuese más mortal que su gran compañero. No obstante, el rey no era idiota, y sabía que no podía arriesgarse a perder a todos sus hombres en una batalla perdida.

 

Gorekk: ¡Kharduun! reúne a todos los jóvenes guerreros y llevarlos a Karak Duk. Yo me quedaré junto a mis barbas largas e intentaré contenerlos cuanto pueda.

 

Kharduun: Hermano, no podéis…- La mirada decidida de Gorekk hizo que Kharduun acatara sus órdenes al instante, sabía que no volverían a verse.- Luchad hasta el final hermano, ¡grim urkdrengi!- Dijo despidiéndose de él.

 

Gorekk observaba como Kharduun y sus regimientos de guerreros del clan partían, hasta que un grito estremecedor hizo que apartase su mirada hacia el campo de batalla, allí se encontraba Mazcachopoz, haciendo pedazos a cada necio que osaba interponerse en su camino. Gorekk, sin embargo, no era cualquiera, agarró su martillo de guerra con más fuerza que nunca y se abalanzó contra la temible bestia verde.

 

Mazcachopoz: Vozotroz, karakuloz, kien ze atreva a toká a eze tapón lo azpachurro con mi bota.- Dijo el "kaudillo" mientras señalaba al rey.

 

Karazapo: ¡Ziii! Haz zufrir a eze inzekto. Nezezito una bufanda y eza barba pareze abrigá.- Contestó el repulsivo goblin que se regodeaba cada vez que su maloliente camarada aplastaba a un enano.

Mazcachopoz cargó contra Gorekk apartando tanto a enanos como a pieles verdes, que salían disparados como si de balas de cañón se tratasen.

 

Gorekk: ¡Khazukan Kazakit-ha!

 

Mazcachopoz: ¡Waaaaaagh!

 

El temible orco asestó un fuerte golpe que el enano consiguió esquivar por pocos centímetros. Gorekk respondió golpeando su mandíbula con su voluminosa maza rúnica. Mazcachopoz escupió un par de dientes y sonrió.

 

Mazcachopoz: ¿Alguna vez haz oído hablá del dolor? ¡Puez aquí viene un gran rekordatorio!

 

Mazcachopoz golpeó el escudo enano con todas sus fuerzas, haciendo que su portador perdiese el equilibrio.

 

Karazapo: ¡Ara en zuz partez noblez!

El "kaudillo" pateó el estómago del rey, quien cayó redondo al suelo a la vez que emitía un doloroso grito.

 

Mazcachopoz: Lo uniko mejó ke un tapón muerto ez un tapón que te diga donde eztán loz demaz taponez.- Mazcachopoz agarró a Gorekk por el cuello y lo levantó a la altura de su desfigurada cara.- Entonzez, ¿dónde eztan loz demáz taponez?- dijo mientras apretaba su cuello. Gorekk respondió escupiendo a la cara del orco negro, a lo que este contestó despojándole de su yelmo y aplastando su cabeza con una roca que recogió del suelo.

 

Por su parte, Kharduun y sus acorazados soldados llegaron a la fortaleza de Karak Duk, la cual Smakki, príncipe del reino e hijo de Gorekk, gobernaba. El Karak enano, a pesar de contar con una gran defensa, era incapaz de enfrentarse a un ejército de ese calibre, por lo que los enanos se vieron obligados a abandonar su tierra y desplazarse al este. A través de túneles subterráneos, consiguieron evadir a los espías orcos, que se paseaban sobrevolando los cielos a lomos de sus letales serpientes aladas. Tras semanas de viaje, abandonaron la región de Estalia y evadieron a los sangrientos pieles verdes... o eso es lo que ellos pensaban.

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