Los pasos de hierro del pesado Urgrimbol se hundían en la embarrada tierra, las gotas de lluvia tintineaban sobre su brillante e impoluta armadura rúnica, el resto de enanos se apartaban para dirigirse a él y golpear sus escudos en señal de saludo. Una música celestial colmó el aire, pues hasta el mismisimo Khaz Goroth bien sabía que morirían aquí.
El poderoso e imponente enano andaba con paso decisivo entre sus guerreros, veteranos de mil guerras que ante la presencia de su señor no dudaban en hacerse a un lado para que este siguiese su paso, sabían porque estaban allí. Doscientos enanos reunidos en un angosto paso de las montañas contra una innumerable horda demoníaca. Urgrimbol cerró los ojos, por primera vez en mucho tiempo tenía miedo. Recordó su tierra, a Gloin, Balfor, Thorin, Bombur, Callusbonus… y sobre todo las imágenes de sus hijos Urgrim y Ogmund, y de su esposa Thorun, que se hicieron más nítidas que nunca. Una lágrima recorrió su mejilla derecha y sonrió con amargura, pues tenía algo por lo que luchar y el recuerdo disipó todo miedo.
La horda enemiga se acercaba a paso ligero, los gritos de los demonios deseosos de sangre, devolvieron a Urgrimbol a la realidad, el cual no tardó en dirigirse a sus tropas.
Tenemos al enemigo frente a nuestros hogares, frente a nuestras familias y amigos… ¿vamos a dejarles que acaben con todo por que tanto hemos luchado? Nos creen débiles. Necios… Recordamos cada afrenta, cada agravio sufrido, pagina tras pagina, escrito en sangre…- El señor enano apretó su hacha con mas fuerza que nunca.- Dejad que vengan…
La arenga provocó vítores entre los enanos, que ahora estaban casi tan deseosos de sangre como los demonios. Pronto la horda demoníaca se estampó contra la formación de escudos enana. Era como si el chocar de las hachas enanas y golpes de escudo formaran una melodía “golpe, hacha, golpe, golpe, hacha…”. Urgrimbol luchaba con una fiereza y determinación comparables a las de un elegido de los titanes, cada vez que su hacha se movía provocaba estragos en las filas enemigas. Un guardia vil veía como su carne se derretía ante las sagradas runas inscritas en el filo de Urgrimbol, una súcubo recogía las verdes entrañas que el enano había desparramado por el suelo y un acechador vil buscaba la otra mitad del cuerpo del que gracias al paladín ahora carecía.
Los guerreros de élite que acompañaban al Alto Comandante movían sus hachas de arriba a abajo describiendo surcos de sangre en su trayectoria. Pudiera ser que los demonios tomaran Dun Morogh, pero lo pagarían con sangre.
Un golpe por la espalda hizo caer al general, de pronto el mundo se movía a cámara lenta, observaba a sus guerreros caer uno tras uno ante aquellas criaturas. Cerró el puño con fuerza, le habían confiado la defensa de la puerta sur de Loch Modan y no iba a permitir que la vergüenza de la derrota atormentara a su clan. El enano se levantó y tan pronto como lo hizo, los demonios empezaron a caer bajo su hacha de nuevo. La batalla se prolongó por horas y horas, por cada enano que caía un nuevo demonio llegaba a la lucha, así sucedió hasta que solo quedó uno… Allí se encontraba él, un lobo entre corderos. Tan pronto como acabó de destrozar la cara de un guardia de la cólera a golpes de hacha, recibió un disparo de flecha negra en el hombro derecho, que hizo que fijara su atención en una misteriosa figura ataviada con capucha y unos ropajes negros, estaba seguro que se trataba de una elfa, pero poco le importaba ya… Tenía una pinta horrible, una espesa capa de sangre cubría su armadura, una herida horrible se encontraba en lo que antes era su ojo y ahora carecía de su brazo izquierdo. No obstante, se mantenía de pie, desafiante, hasta que una segunda flecha negra atravesó su rodilla derecha, Urgrimbol cayó de rodillas y tosió sangre, lo único que impedía que cayese al suelo era su hacha la cual ahora usaba para apoyarse.
Os… he… fallado…- dijo mirando a la cantidad de muerte que le rodeaba mientras se maldecía a si mismo.
El desdichado enano escuchó entonces el graznido de dos cuervos, el aullido de un lobo y el trote de un caballo de ocho patas, Odyn estaba observándolo, pronto se reuniría con sus antepasados. Se levantó con lo poco que le quedaba de fuerza y señaló con su hoja a una nueva horda de demonios que marchaba hacia el, profirió un grito que hizo temblar las montañas y con hacha en mano cargó contra los guerreros de la legión.
Por Erebor! Por Azeroth!
En ese mismo momento un regimiento de girocópteros enanos apareció y descargó sus explosivos sobre los demonios, que ahora se retiraban en desbandada. Urgrimbol cayó al suelo agotado y cerró los ojos. El reino de Erebor y sus gentes se había salvado y pronto el gran rey y sus fuerzas llegarían para acabar con lo que quedaba restante de las fuerzas retiradas.
El alto señor Urgrimbol había muerto.
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