Además los extraños se percataron de que Gloin y Bombur eran iguales a como contaban las leyendas de su pueblo. De esta forma explicaron que en su mundo también hubo enanos con el mismo nombre y apariencia que ellos, a los que se les recordaba como "los trece": Bombur, Bofur, Bifur, Nori, Ori, Dori, Thorin, Balin, Dwalin, Oin, Gloin, Fili y Kili. Con estas historias, los enanos pudieron entender que existían distintas realidades, distintas líneas temporales, que no solo se diferenciaban por los sucesos que ocurrían en ellas, sino también porque los mundos en los que esas realidades tenían lugar eran diferentes entre sí. Gloin pensó que si había habido un reino enano con tanto poder en el lugar de donde esos enanos procedían, también podía recrearse algo similar en Azeroth. Para ello dejó de llamar "clan" a su facción para llamarla "la hermandad de Erebor". Pero no solo eso, el título de "hermandad" debía pasar a "reino", para lo que no solo necesitaba unos millares de enanos, sino que también necesitaba convertirse en rey de los enanos, y controlar una gran extensión de tierra, algo que solo conseguiría si los enanos de Khaz Modan se unían a su causa. La diplomacia no fue suficiente para alcanzar su objetivo, y una vez perdidas las esperanzas, un grupo de enanos muy radicales atacaron a las tropas de la hermandad de Erebor, y tras una aplastante derrota huyeron a Forjaz, donde les dieron refugio. Así Gloin y sus comandantes vieron la oportunidad perfecta para tomar la ciudad, que no opuso resistencia y, tras contemplar el poder de las tropas de los Enanos de Erebor, los líderes enanos Falstad Martillo Salvaje, Moira Thaurissan y Muradin barbabronce, cedieron con recelo el trono a Gloin, quien por fin podía poner en marcha el plan de devolver la gloria al pueblo enano, que tantos desprecios y mofas había sufrido durante tantos años. Comenzó una nueva etapa en la vida de los enanos y del mundo entero, la era de los Enanos de Erebor.