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La unión hace la fuerza Cap.II

Como dice  el viejo refrán enano la unión hace la fuerza y en este caso no se equivocaba. Los elfos de sangre, aprovechando una reunión de los enanos en Ventormenta atacaron a Balfor Hierro y sus guardas para robarles el sagrado Libro de los Agravios y demostrar que los enanos son solo un puñado de pequeños malolientes y peludos. Tras una profunda deliberación en Kirthaven, los enanos decidieron ir a la guerra, a pesar de los problemas que eso podía conllevar. La horda entera podría echarse sobre ellos e incluso la Alianza podría expulsarles. Los enanos de el Viejo Mundo aportaron el arte de la forja hasta limites que rozaban lo inimaginable, los enanos de Azeroth aportaron tecnología como tanques de vapor, morteros y zeppelines armados con todo tipo de exóticas armas y finalmente los enanos de la Tierra Media aportaron números y riquezas. Los cuernos y tambores resonaban y el objetivo principal era la capital de los elfos de sangre, Lunargenta.

El rey Gloin y los oficiales, tras decretar que la ofensa de los elfos no podía quedar impune, concluyeron en atacarles para recuperar el antiguo manuscrito y su honra. En orden de que el ataque fuera lo más eficaz y dañino posible celebraron un torneo, en el cual sus mejores soldados podrían demostrar su valía. Aquellos que ganaran el torneo formarían parte del escuadrón de élite, comandado por Urgrimbol el Penitente. Las tropas estaban más listas que nunca.

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Irrumpieron en Lunargenta como un río de rocas, asediándolo todo a su paso. Los elfos, desprovistos de sus poderosos magos, abatidos por el Escuadrón de Élite de Urgrimbol el Penitente, no pudieron hacer frente ante tal amenaza. Al llegar a la sala del trono, los arrogantes líderes elfos no se dieron por vencidos y lucharon hasta retirarse con numerosas heridas hacia la capital de la Horda. Los enanos lo celebraron por todo lo alto, su honra y el Libro de los Agravios estaban de nuevo con ellos. Sin embargo, a la Alianza no le gustó que confabularan a sus espaldas, y a la Horda le hizo aún menos gracia. Aquello era como una bomba de relojería, que estaba a punto de estallar... La Horda declaró la guerra a la Alianza, y esta, que no quería más guerras con aquellos a los que consideraban compañeros tras los sucesos en Draenor, expulsó a los Enanos de Erebor, quienes se veían solos ante la mayor amenaza a la que se habían enfrentado nunca. 

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